jueves, 25 de junio de 2015

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS: FUNDAMENTO DE NUESTRA FE.

La resurrección de Jesús es un evento extraordinario, único en la historia humana. Sin lugar a dudas, este acontecimiento es lo que hoy en día ha permitido que la figura de Jesús siga viva entre nosotros. Si Jesús no hubiera resucitado, la iglesia no podría anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para nadie. Sin embargo, en el caso de Jesús no fue así, el resucitó realmente y este hecho trajo el interés y poder en la predicación del evangelio.

En el texto de Pagola la huida de los discípulos es aceptada como un hecho histórico para la gran mayoría de los investigadores. Se cuenta que cuando Jesús fue capturado y crucificado, los discípulos huyeron y pensaron que ahí había terminado el caso de Jesús. Pues después de su muerte, en los discípulos solo había desaliento y desilusión. Por tanto, la resurrección estaba más allá de sus pensamientos y de sus esperanzas.

Por ello, con la resurrección de Jesús según Pagola los discípulos de Jesús vivieron un proceso  que no solo revivió la fe que tenían en Jesús, sino que esta resurrección les abrió una experiencia nueva e inesperada.  Por esta razón, ellos predicaron que Jesús estaba vivo y que Dios lo había resucitado. Para ellos, Jesús realmente había sido liberado de la muerte y alcanzado la vida definitiva de Dios. Por ende, dieron a conocer el mensaje de Jesús resucitado con una seguridad firme e indestructible. De allí que, los dirigentes religiosos de aquel entonces no entendían porque estos seguidores hablaban con tanta convicción y audacia.

Con esta resurrección la muerte ya no tiene ningún poder sobre Jesús. Por ello, como afirma Pagola (2007) “cuando Dios resucita a Jesús, resucita su vida terrena marcada por su entrega al reino de Dios, sus gestos de bondad hacia los pequeños, su juventud truncada de manera tan violenta, sus luchas y conflictos, su obediencia hasta a muerte”, (p.377). Jesús murió por vivir como había vivido y resucito precisamente porque había vivido y había muerto de aquella manera, es decir, entregado por completo en el servicio al Reino de Dios.

La muerte de Jesús no provocó el término de la predicación sobre el Reino de Dios, pues los apóstoles, se encargaron de difundir la palabra de Dios y cumplir con lo que su maestro les había pedido. Por lo tanto, los seguidores de Jesús hablan de la resurrección como fuente de salvación universal, es decir, para todos.  Pues este hecho, es para ellos una nueva forma de como Dios va irrumpiendo en el mundo, pues solo en Jesús habían visto esa fuerza y amor salvador de Dios y ahora ellos lo sentían en sus corazones. Por ello, la importancia de palabra salvadora de Jesús no solo quedo vigente durante su existencia sino que permanece hasta la actualidad.

Por ello, yo me pregunto y tal vez ustedes también ¿Qué habría pasado si Cristo no hubiese resucitado? ¿Existiría el cristianismo? ¿Nuestra fe estaría bien fundamenta? En 1 de Corintios 15:13-14 se menciona lo siguiente “porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo Resucito. Y si Cristo no resucito, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”.


BIBLIOGRAFIA
            Pagola, J. (2007). Jesús. Aproximación histórica. Madrid: PPC.


domingo, 21 de junio de 2015

DIOS ES PADRE MISERICORDIOSO

Jesús vino a revelar que Dios es como un Padre amoroso y bondadoso. En Mateo 11:27 “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Esta cita nos ayuda a entender que es solo en la revelación de Dios por medio de su hijo Jesús que la idea de Dios el Padre es completamente desarrollada.

Pero en la actualidad el Dios que han presentado y siguen presentando algunas religiones con frecuencia es a un Dios demasiado deshumanizado. Nos dan a conocer a un Dios lejano, distante, incomprensible, amenazante, etc. Por ello, hoy las religiones y sus representantes andan cada día más desprestigiados, menos respetados y menos creíbles en sus discursos religiosos.

Asimismo, muchas veces los hombres de la religión basándose en sus sagradas obligaciones pastorales y utilizando el tema del pecado, regañan, prohíben, amenazan y denuncian a quienes no se sometan incondicionalmente a los mandatos religiosos, por más que eso lleve consigo privaciones y hasta humillaciones que tienen como resultado, no solo que la religión se hace odiosa para mucha gente, sino algo más grave a saber: que Dios resulta inaceptable.

Sin embargo, el deseo de Jesús durante toda su vida era que los seres humanos comprendiéramos a Dios como un Padre bueno y misericordioso, que vive y se desvive para abrazarnos en su ternura, porque nos quiere felices. Así lo menciona Pagola “Jesús vive desde la experiencia de un Dios Padre” (2007, pág. 282). Jesús nunca se refirió a Dios como un Padre que  manda o prohíbe, que amenaza o castiga. Él hablo siempre del Padre como bondad y amor, como acogida y cercanía, como comprensión, respeto y tolerancia.

Para entender mejor la idea de Dios como un Padre bueno la parábola del “hijo prodigo” es fundamental y lo podemos leer en el evangelio de Lucas capítulo 15 versículo 11-32, pero en este caso solo mencionaremos hasta el versículo 24.

“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
Esta parábola nos describe muy bien el amor y la misericordia que Dios tiene por toda la humanidad y que él no es un castigador. La pregunta que nos podríamos hacer es ¿Dios es bueno y misericordioso? Y ¿será Dios un acogedor de los perdidos? ¿Sera como este padre que acogió a su hijo a pesar de su abandono y que no le importó nada más que ver a su hijo volver a su casa: lugar donde pertenecía? Jesús nos dejó el mensaje  de que Dios es un Padre que tiene compasión por cada uno de sus criaturas y que a pesar de todo en el siempre podemos encontrar su perdón.


Asimismo, según Pagola (2007) Dios es como un padre cercano que no piensa en su herencia, respeta las decisiones de sus hijos y les permite seguir libremente. A este Dios siempre se puede volver sin temor alguno. Con este gesto del padre hacia el hijo, Jesús nos presenta a un Dios tan cercano y accesible a todos, por eso su amor está abierto hacia cada uno de nosotros. Por ello, solo cuando experimentamos el perdón, cuando reconocemos que somos amados con un amor gratuito, entramos en una relación filial y libre con Dios. 

BIBLIOGRAFIA
Pagola, J. (2007). Jesús. Aproximación histórica . Madrid: PPC.

domingo, 7 de junio de 2015

MI EXPERIENCIA CON LA IGLESIA

Nací en una familia cristiana y pues como tal, desde pequeña tuve que asistir a una iglesia. Muchas veces yo no quería ir y a veces lo hacía porque me había acostumbrado a hacerlo. Muchas veces me preguntaba ¿qué sentido tiene ir a la iglesia? ¿Por qué debo hacerlo? Hubo un tiempo en mis años de adolescencia donde por razones diferentes decidí no ir, pues sentía que no le encontraba sentido y pensaba que la iglesia no me ayudaba en nada. Por ello, trataba de buscar cualquier excusa para no ir, pero me di cuenta que mi razón para ello era que no quería comprometerme y pues como iba solo ocasionalmente era creyente pasiva de la iglesia.
 Pasado algún tiempo, un día escuche en la radio un mensaje, donde decía, que los creyentes tenemos una mentalidad de ir a la iglesia no porque queremos aportar algo, ni que nos instruyan; sino que lo hacemos para que nos ayuden. Vemos a la iglesia como una autoayuda y no nos importa interpretar lo que la Biblia quieres transmitirnos, nos quedamos como creyentes pasivos, que solo escuchamos la predica y no hacemos nada para ponerlo en práctica y eso hace que nuestra fe no se fortalezca. 

Asimismo, en la radio mencionaron que “así como la escuela es para el desarrollo de la mente, así la iglesia es para la edificación y la alimentación del alma y del espíritu”. También que la iglesia es un medio para la comunión con los creyentes, es ahí donde me comencé a cuestionar sobre mi vida, y sobre lo que estaba haciendo y decidí ir otra vez a la iglesia. Pero, la realidad es que la iglesia donde asistía era muy tradicional y pues siento que no me ayudó mucho en mi vida, ya que tantas reglas y prohibiciones acerca de muchos temas hicieron que mi fe se debilitara más y pues por eso sentía que no había un compromiso de mi parte con la iglesia.

Claro que la predica o el mensaje era que la iglesia es el medio para expandir el evangelio por todas partes. Es un instrumento de Dios para llegar a las personas que aún no lo conocen y claro que tenían razón. Pero siempre me decía, ¿cómo? Si muchas veces la misma iglesia es la que hace que una persona se aleje de ella, porque no responde a las necesidades y muchas veces critica a las demás denominaciones y en vez de fortalecer tu fe la debilita más. Por ello, la pregunta es ¿Cuál debe ser el verdadero papel de la iglesia en la sociedad?