Jesús vino a revelar que
Dios es como un Padre amoroso y bondadoso. En Mateo 11:27 “Todas las cosas me
fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al
Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. Esta
cita nos ayuda a entender que es solo en la revelación de Dios por medio de su
hijo Jesús que la idea de Dios el Padre es completamente desarrollada.
Pero en la actualidad el
Dios que han presentado y siguen presentando algunas religiones con frecuencia
es a un Dios demasiado deshumanizado. Nos dan a conocer a un Dios lejano,
distante, incomprensible, amenazante, etc. Por ello, hoy las religiones y sus
representantes andan cada día más desprestigiados, menos respetados y menos creíbles
en sus discursos religiosos.
Asimismo, muchas veces
los hombres de la religión basándose en sus sagradas obligaciones pastorales y
utilizando el tema del pecado, regañan, prohíben, amenazan y denuncian a
quienes no se sometan incondicionalmente a los mandatos religiosos, por más que
eso lleve consigo privaciones y hasta humillaciones que tienen como resultado,
no solo que la religión se hace odiosa para mucha gente, sino algo más grave a
saber: que Dios resulta inaceptable.
Sin embargo, el deseo de Jesús
durante toda su vida era que los seres humanos comprendiéramos a Dios como un
Padre bueno y misericordioso, que vive y se desvive para abrazarnos en su
ternura, porque nos quiere felices. Así lo menciona Pagola “Jesús vive desde la experiencia
de un Dios Padre” (2007, pág. 282). Jesús nunca se refirió a Dios como un Padre
que manda o prohíbe, que amenaza o
castiga. Él hablo siempre del Padre como bondad y amor, como acogida y cercanía,
como comprensión, respeto y tolerancia.
Para entender mejor la
idea de Dios como un Padre bueno la parábola del “hijo prodigo” es fundamental y
lo podemos leer en el evangelio de Lucas capítulo 15 versículo 11-32, pero en
este caso solo mencionaremos hasta el versículo 24.
“También
dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre,
dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No
muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una
provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y
comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba
llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su
padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia,
y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned
un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”
Esta parábola
nos describe muy bien el amor y la misericordia que Dios tiene por toda la
humanidad y que él no es un castigador. La pregunta que nos podríamos hacer es
¿Dios es bueno y misericordioso? Y ¿será Dios un acogedor de los perdidos? ¿Sera
como este padre que acogió a su hijo a pesar de su abandono y que no le importó
nada más que ver a su hijo volver a su casa: lugar donde pertenecía? Jesús nos dejó
el mensaje de que Dios es un Padre que
tiene compasión por cada uno de sus criaturas y que a pesar de todo en el
siempre podemos encontrar su perdón.
Asimismo, según
Pagola (2007) Dios es como un padre cercano que no piensa en su herencia,
respeta las decisiones de sus hijos y les permite seguir libremente. A este
Dios siempre se puede volver sin temor alguno. Con este gesto del padre hacia
el hijo, Jesús nos presenta a un Dios tan cercano y accesible a todos, por eso su
amor está abierto hacia cada uno de nosotros. Por ello, solo cuando
experimentamos el perdón, cuando reconocemos que somos amados con un amor
gratuito, entramos en una relación filial y libre con Dios.
BIBLIOGRAFIA
Pagola, J. (2007). Jesús. Aproximación histórica .
Madrid: PPC.
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